viernes, 15 de noviembre de 2013

Un mundo de contrastes

Es como estar atrapado en una pesadilla, una dulce pesadilla que te engaña, y de la que nunca despertarás si te dejas engañar. Te adula con bonitas palabras y suaves caricias para que sigas soñando; soñando profundamente sin ver cómo tu tiempo se escapa. Se escapa y tu vida pasa, y pasa sin que vivas, sin que sientas de verdad. Vives lo que quiere que vivas, sientes lo que quiere que sientas. Ella te domina, ella es tu dueña y señora. Y lo peor es que no eres consciente de ello, porque para ti ésa es la realidad, la única y verdadera realidad. Así se siente, así se vive. Sin saber lo que es el sol, sin sentir su calor en la yema de tus dedos, sin ver el resplandor de esa estrella más brillante que las demás. 
Ella te lleva y te trae por el mundo onírico, susurrándote al oído. Te hace feliz y te hace sufrir, pero nunca en exceso. Porque todos sabemos que la vida no es color de rosa, y ella sabe que lo sabemos, que no somos tontos. No puede dejarnos sospechar, no puede dejar que nos planteemos otra posibilidad, otra realidad, otro mundo distinto más allá de las fronteras de los sueños. Porque quien cree estar despierto, no lucha contra el sueño y permanece aletargado de forma indefinida. 
Hay que despertar, hay que abrir los ojos al mundo, nuestro mundo. Un mundo de terribles sufrimientos y horribles injusticias, pero también de amores apasionados y promesas cumplidas. Un mundo de luz y de oscuridad, de hielo y de fuego, de lluvia y de sol. Un mundo de contrastes, que puede quitarte el aliento o darte una bocanada de aire en el momento justo . Un mundo en el que hay que aprender a vivir, que hay que aprender a amar. Nuestro mundo.

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