viernes, 29 de noviembre de 2013

Ego

Y yo pensaba que el amor era la emoción más altruista, más sincera. Aquélla que daba sin esperar nada a cambio, aquélla que anteponía los deseos de otra persona a los propios. Quizá estaba entonces entendiendo el amor de un modo ideal, quizá no estaba llegando al fondo de la realidad. Quizá el amor no sea más que otro reflejo de nosotros mismos, de nuestros propios deseos, de nuestro egocentrismo. Es posible que no hagamos las cosas por el otro, sino por nosotros, para dorar nuestra propia píldora. Quizá, y sólo quizá, sea la forma más sana de hacer las cosas, ya que si no haces nada por nadie y te limitas a complacer tus propios deseos, tus propios instintos, no buscas que alguien lo haga por ti. Puede que así, no recibas nada de forma externa, pero tampoco tienes por qué sentir la obligación de corresponder a nadie.
Desde luego, hay pensamientos y formas de pensar que distorsionan tu realidad, que entran con tal fuerza que arrasan todas tus creencias y convicciones. Hay ideas que te hacen perder la esperanza en el mundo, en las personas, entendiendo las personas como seres sociales capaces de amar, ya que, claro está, esta concepción como seres individuales tiene todas las de ganar.



...


miércoles, 27 de noviembre de 2013

Vértigo

Que nunca llegas a conocer a nadie. Que no, que cada persona es infinita e imposible de llegar a comprender, es imposible llegar a atisbar quién se esconde al final del camino. Siempre hay algo, algo más que descubrir, algo nuevo. Tras cada muro caído, tras cada puerta abierta y cada ventana rota, hay una cortina que oculta algo más. Poco a poco vas arrojando más luz, cada vez más. Puedes engañarte creyendo que conoces a alguien, que puedes saber, pero te equivocas. Siempre hay un algo más.
Y, si siempre hay más y si nunca llegas a conocer a nadie, ¿cómo puedes querer compartir tu vida, tu futuro y tu presente, con un completo extraño? ¿No da miedo? Pero, ¿es miedo? Miedo a lo desconocido, a la incertidumbre, al qué vendrá, qué será, cómo acabará... pero, ¿acabará? ¿Es acaso ese miedo negativo, o es tan sólo un poco de vértigo? Vértigo, emoción, ilusión ante lo desconocido.

A veces, hace falta dejarse caer, caer sin cuerda de seguridad ni paracaídas. Dejarse caer al vacío sin certeza alguna de que caerás en blando. Lo único que debe preocuparte es si posees la fortaleza para levantarte de nuevo. Y puedo asegurarte que la posees, en algún lugar; puede que un lugar recóndito que ni siquiera tú sepas dónde se oculta. Puede que detrás de 10 muros, quizá tras 14 puertas y 3 ventanas, pero existe, y saldrá a la luz. Cuando sea necesario.
No has de tener miedo, con miedo no hay vida, y hay que vivir. Hay que vivir sin miedo.


viernes, 22 de noviembre de 2013

Keep moving

El ser humano tiene una capacidad increíble para seguir adelante en las peores circunstancias. La vida es continuo cambio, por mucho que queramos amarrarnos a nuestra vida presente, lo más probable es que la mayor parte de lo que ahora conocemos como tal cambie en los próximos años. Pocas son las cosas que permanecen a lo largo del tiempo. Trabajo, compañeros, amigos, pareja, todo es susceptible de cambio, más aún de lo que creemos. Sin embargo y pesar de que en fondo somos conscientes de este hecho, desarrollamos gran apego por todos ellos, al fin y al cabo, es lo más importante que tenemos, por efímero que sea. Podríamos decir entonces que la vida es una sucesión de pérdidas constantes, una tras otra. Despido, abandono, olvido, desamor... Y pese a esto, al dolor que esta realidad supone, nos sobreponemos una y otra vez. 
¿Quién no ha dicho alguna vez "siempre te amaré" o " mi vida sin ti no tendría ningún sentido"? Probablemente todos. Y quizá en ese momento no mintiéramos. Quizá estábamos totalmente convencidos de que decíamos la verdad. Pero al final, debemos afrontar la realidad. Tras una ruptura, todo tu mundo se desmorona, no sólo por la ausencia de la persona amada en sí, sino por todo lo que esa persona representaba en tu vida, todo lo que aportaba en ella. Tu vida estaba llena de pequeñas rutinas, pequeños hábitos compartidos difíciles de dejar atrás. Si nos dejáramos llevar por el dolor o la pérdida, nos sumiríamos en una tristeza continua. Y lo hacemos, todos lo hacemos, durante un periodo mayor o menor de tiempo, pero salimos de ahí, salimos del hoyo. Llegado un momento hemos de elegir: vivir anclado en el pasado, añorar, sollozar por lo que un día fue; o seguir adelante, construir un nuevo presente, un nuevo futuro. Y eso no significa que olvidemos. Recordamos, pero el recuerdo no nos impide seguir viviendo.


jueves, 21 de noviembre de 2013

Cardamomo

Ansiedad, una ansiedad generada por la enorme distancia que separa nuestros labios;
Una ansiedad que provoca el atropello de mis pulsaciones, una tras otra cual tic-tac de reloj sucedidas,
impulsando así la sangre a través de mis venas, sin descanso, cual presa vencida por la fuerza del agua.

Tensión, una tensión casi eléctrica que acompaña cada caricia, como si el más mínimo roce supusiera la puesta en marcha de todo un proceso, toda una sucesión de sensaciones, de pensamientos y de actos.
Una tensión que agarrota mis músculos y que me impide el movimiento, a la espera.
Y ese mísero segundo que transcurre hasta que su piel toca la mía, se me antoja una eternidad. Puedo ver cada movimiento a cámara lenta: esa media sonrisa, con la cabeza ladeada, acompañada de una risilla sorda justo antes de comenzar a acercarse a mí, su brazo elevándose para rozar mi mejilla. Puedo sentir entonces su calor, cada vez más intenso a medida que se acerca, puedo oír su respiración, pausada, como si me acunara al son de su propia música. Y puedo también escuchar el latir de mi propio corazón, retumbando en mis oídos; incluso, si pongo la suficiente atención, podría distinguir el bramar de la sangre corriendo por mis venas. Demasiado ruido, demasiado. 
Y cuando parece que voy a perderme en esa vorágine de sonidos, todo se detiene. No hay nada más que ese momento en el que por fin nuestros labios toman contacto. Por un segundo, ni siquiera puedo respirar, hasta mi corazón parece detenerse. Y entonces, todo vuelve a ponerse en marcha, más rápido aún si cabe, ansiando el próximo beso, la siguiente caricia, ese siempre inesperado "te quiero".


domingo, 17 de noviembre de 2013

There're signs everywhere

Hay señales en todas partes. ¿Cuántas veces hemos acudido a algún tipo de señal que guiara nuestros pasos? ¿Cuántas veces hemos buscado algo que nos diera a entender que lo que hacíamos era lo correcto? Yo os responderé a ambas: infinitas veces. Algún que otro hipócrita lo negará, pensando que con esto me refiero sólo hechos extraños como fenómenos celestes o letreros luminosos de neón sobre nuestras cabezas. Sin embargo, no reparará en el número de veces que ha dejado su destino en manos de una moneda lanzada al aire. ¿Qué buscamos en esa cara o esa cruz sino "lo mejor" para nosotros? La posición de esa moneda determinará nuestro camino, aunque sólo sea por una noche, unas horas o un segundo. Quizá no le demos la mayor importancia, es una decisión menos que probablemente no conlleve ningún tipo de relevancia en un futuro. O quizá sí. 
Dejando a un lado el tema del azar y volviendo a esas señales que todos hemos buscado en alguna ocasión, ¿son de verdad señales o sólo vemos lo que queremos ver? Esa canción que te anima a mandar un mensaje cuando dudabas si hacerlo o no, y te da ese pequeño empujón; ese pensamiento compartido, esa luna perfectamente colocada en el firmamento. ¿De verdad hay algo que guía nuestros pasos o simplemente materializamos nuestros deseos por medio de señales, justificando así nuestras propias decisiones? No sé qué asusta más, la verdad: lo primero, que haya algo más allá de nosotros mismos que maneje nuestro sino, que no tengamos poder alguno sobre la dirección de nuestros pasos en el camino; o lo segundo, que nuestra mente sea capaz de modelar la realidad hasta tal punto. Es realmente retorcido, ¿no? Nuestra mente es algo maravilloso, de dimensiones inimaginables e imposible de comprender, así que no dudaría en decantarme por lo segundo. Porque, ¿quién, después de ver "El número 23", no ha encontrado dicho número por doquier durante semanas? Es todo un juego mental. Todo esta en nuestra mente: el amor y el dolor, la alegría y la tristeza, el fracaso y el éxito, todo. Puede que asuste un poco al principio, pero pensándolo bien, si todo está en nuestra mente, somos nosotros quienes tenemos el control. Nosotros tenemos el poder de cambiar esa realidad a nuestro favor. 

viernes, 15 de noviembre de 2013

Un mundo de contrastes

Es como estar atrapado en una pesadilla, una dulce pesadilla que te engaña, y de la que nunca despertarás si te dejas engañar. Te adula con bonitas palabras y suaves caricias para que sigas soñando; soñando profundamente sin ver cómo tu tiempo se escapa. Se escapa y tu vida pasa, y pasa sin que vivas, sin que sientas de verdad. Vives lo que quiere que vivas, sientes lo que quiere que sientas. Ella te domina, ella es tu dueña y señora. Y lo peor es que no eres consciente de ello, porque para ti ésa es la realidad, la única y verdadera realidad. Así se siente, así se vive. Sin saber lo que es el sol, sin sentir su calor en la yema de tus dedos, sin ver el resplandor de esa estrella más brillante que las demás. 
Ella te lleva y te trae por el mundo onírico, susurrándote al oído. Te hace feliz y te hace sufrir, pero nunca en exceso. Porque todos sabemos que la vida no es color de rosa, y ella sabe que lo sabemos, que no somos tontos. No puede dejarnos sospechar, no puede dejar que nos planteemos otra posibilidad, otra realidad, otro mundo distinto más allá de las fronteras de los sueños. Porque quien cree estar despierto, no lucha contra el sueño y permanece aletargado de forma indefinida. 
Hay que despertar, hay que abrir los ojos al mundo, nuestro mundo. Un mundo de terribles sufrimientos y horribles injusticias, pero también de amores apasionados y promesas cumplidas. Un mundo de luz y de oscuridad, de hielo y de fuego, de lluvia y de sol. Un mundo de contrastes, que puede quitarte el aliento o darte una bocanada de aire en el momento justo . Un mundo en el que hay que aprender a vivir, que hay que aprender a amar. Nuestro mundo.

...

...


jueves, 14 de noviembre de 2013

Here we go again

Decir que hacía ya demasiado tiempo que no me pasaba por aquí se queda muy corto. No sé por qué he estado tanto tiempo aletargada. Llevo casi un año sin hacer realmente nada. Si miro hacia atrás, no sé en qué he invertido el tiempo más allá del trabajo mediocre en el que paso muchas más horas de las recomendables. No recuerdo haber hecho nada para mí, no recuerdo haber pintado ni tampoco haber escrito más que unas pocas páginas para aclarar un poco mis ideas. Parecía que me había quedado en la zona de confort, sumergida en una vida de rutina sin sentido alguno, una vida automática de ir y venir, trabajar y salir para poder olvidar esa carencia de metas y ambiciones. He de empezar a rodar de nuevo, empezar a vivir y respirar una vez más ese aire de libertad y pasión que buena falta me hacen y que tanto echo de menos. 
Es hora de volver a la carga y sentir que vuelvo a hacer algo, que vuelvo a ser yo.