miércoles, 23 de marzo de 2011

Sabes que te entiendo...

Él era ese lugar seguro al que acudias en busca de refugio cuando tu mundo se desmoronaba.
Él era ese pilar en el que te apoyabas cuando tú misma por tus propios medios no eras capaz de seguir adelante.
Su abrazo, la tranquilidad de que todo iba a ir bien, y si no era así su hombro era tu pañuelo y su pecho, tu almohada en las largas noches en las que todo se vuelve negro y necesitas oír su corazón para poder conciliar el sueño.
Piensas que la vida sin él no tiene sentido, está vacía; tan vacía como tú. Junto con él, se fue la alegría y tus ganas de sonreír. Junto con él se fue también una parte de ti.
Te has dado cuenta de la cantidad de tiempo que invertías en pensar en él, porque ahora se ha convertido en asqueroso y interminable tiempo libre. Has desarrollado la capacidad de pensar en él aunque estés hablando o haciendo cualquier otra cosa, porque ahora puedes mandarlo a un segundo plano donde sigue dando vueltas.
Por esa misma razón, da igual dónde estés e incluso con quién estés porque su recuerdo te persigue y atormenta. En cualquier momento, sin razón alguna, simplemente, empiezas a llorar. Lloras y lloras hasta que tus ojos se hinchan y te dices a ti misma "ya basta por hoy. Mañana será otro día" y decides meterte en la cama, donde finalmente acabas quedandote dormida por puro agotamiento.
Cansada de ese dolor de tripa que no te deja comer. De ese pensamiento traicionero de que quizá él recapacite y quiera volver a tu lado. Cansada de ti misma y tus esperanzas.
Duele, claro que duele. Y, te lo aseguro, seguirá doliendo durante meses. Aún incluso cuando ya no sea un dolor continuo, bastará el más mínimo pensamiento que te recuerde a él para sentir que tu corazón se rompe de nuevo.
Piensas que vas a poder con ello, que no podrás olvidarle. Pero nadie ha dicho que tengas que olvidarle. De hecho, si de verdad le amas, ese sentimiento jamás se borrará. Permanecerá grabado a fuego en tu corazón, a la espera. Simplemente aprenderás a vivir con ello. Y quién sabe, quizá tengas suerte y consigas transformarlo en amistad. Dicen que es posible.
Tras esto, sólo me queda decirte: ánimo. Nadie puede superarlo por ti. Siempre habrá quien te acompañe e intente recuperar esa sonrisa al menos durante unos segundos pero eres tú quien debe lidiar con tus sentimientos.
Sé tu propio refugio, tu propio apoyo. Pide abrazos cuando los necesites, siempre habrá alguien dispuesto a dártelos. Llora si lo necesitas y sonríe siempre que puedas, porque tu sonrisa me ayuda a sonreir cada día.

Te quiero.

domingo, 13 de marzo de 2011

Black Swan


Sí, muchos al leer el título habreis pensado: "oh, va a hablar de la peli", pero no, no voy a hablar de la peli. Al menos no de la peli en sí, sino más bien de lo que me ha hecho reflexionar. Aún así, aviso a quien no la haya visto de que detenga aquí su lectura pues hay un gran spoiler.
Como la mayoría sabreis, la película trata sobre una bailarina, Nina, quien, para encarnar el papel de su vida (la reina cisne), debe perderse a sí misma. Ella es la perfecta representación del cisne blanco, temerosa, pura y frágil. Sin embargo, también deberá dar vida al cisne negro, el lado opuesto, sensual, atrevido y apasionado. Se trata de una contínua e intensa lucha entre lo que es y lo que quiere ser. Una lucha contra su propia naturaleza, su propia esencia, que, como cabe esperar, acaba con ella.
Esto te hace pensar en la cantidad de veces que tienes que amoldarte a las situaciones, a las relaciones, a la vida en definitiva. Conforme vamos creciendo, nos damos cuenta de que poco importa lo que piensen los demás de nosotros; empiezas de alguna manera a ser más tú y menos lo que los demás quieren que seas. Aún así, hay facetas que uno decide no mostrar y que sólo unos pocos podrán llegar a descubrir. En mi caso no son pocos. No sé si eso es bueno o es malo, porque aquel que mejor te conoce es el que mayor daño puede hacerte; pero a veces hasta me sorprendo de que me conozcan mejor que yo misma...
Es dificil encontrar el equilibrio. Saber quién eres, saber qué conservar, qué cambiar y en qué momento. Cuándo debes ser fuerte y cuándo dejar que alguien lo sea por ti. Cuándo hablar y cuándo callar. Cuándo seguir, cuándo parar, cuándo esperar y cuándo decir adiós. Es posible que tú mismo no te conozcas, pero nadie te conoce mejor que tú mismo y nadie excepto tú puede tomar esas y otras muchas decisiones. Di lo que quieras decir, haz lo que quieras hacer, pero nunca vayas en contra de lo que eres, de tu naturaleza, o acabará contigo.



Puede que todos ellos me definan, aunque probablemente haya otros que lo hagan mucho mejor. Seguro que, al menos en parte, a ti muchos también te definen. Pero no lo olvides, no lo son todo; al fin y al cabo, sólo son palabras.