lunes, 28 de noviembre de 2011

Un poquito de todo

No es la primera vez que alguien se queja de que hace mucho que no publico, que hace tiempo que mi blog está muerto. Hecho totalmente cierto, por lo que os pido disculpas.
La verdad es que no sólo escribo por entretenimiento, escribir es mi forma de abrirme al mundo, de expresar todo aquello que en persona no soy capaz de decir porque, simplemente, las palabras no me salen.
Lo que voy a escribir hoy no tiene un tema definido, son tan solo un montón pensamientos que han ido llenando mi mente los últimos meses.
Las relaciones son extrañas: aparecen de la nada y se forjando día tras día con unas cuantas palabras, un par de gestos y un poco de cariño. Hay relaciones que crees eternas, relaciones que perduran durante años y que por un capricho del destino se truncan y se pierden para siempre. Y sin embargo, hay relaciones que creías perdidas, que vuelven a tu vida y sin las cuales, ésta no sería lo mismo. Hay relaciones por las que harías cualquier cosa: arrastrarte una y otra vez para intentar quedar y recobrar lo que crees ya perdido, coger un poco de tiempo de aquí y de allá para seguir cosechando una amistad, prescindir de besos y abrazos diarios por un amor lejano... 
Sí, las relaciones son extrañas, pero porque las personas también lo somos. No hay dos personas iguales y, en consecuencia, jamás habrá dos relaciones iguales, dos amistades iguales, dos amores iguales. Muchas veces nos martirizamos pensando que no volveremos a sentir lo mismo, que no volveremos a amar igual, y es cierto, probablemente no lo haremos, pero eso no significa que vayamos a sentir menos o a amar con menor intensidad. Será simplemente distinto y es algo que hay que saber aceptar.
Y, ¿qué me decís de la manía que tenemos de ponerle etiqueta a todo? Es tremendamente difícil identificar lo que sentimos y lo que no para, encima, una vez decidido, etiquetar y catalogar cada relación que tenemos. Las relaciones son ya de por sí complicadas, pero nosotros somos capaces de complicarlas aún más. Envidias, odios, celos, deseos y el placer hacen que cualquier relación se complique y que perdamos un poco el norte en lo que a prioridades se refiere. Sin embargo, hay veces que es mejor hacer como Mafalda y bajarnos del mundo, o de NUESTRO mundo, y darnos cuenta de lo que de verdad importa y ser lo suficientemente maduros como para actuar en consecuencia.

Pd.: Intentaré escribir más a menudo, aunque simplemente sean estúpidas reflexiones de las mías.