Mal día

Hoy es lunes y desde que me levanté esta mañana tuve el presentimiento de que no iba a ser mi día. El fin de semana no había sido nada del otro mundo, pero lo había dedicado únicamente a descansar, ya fuera leyendo, escuchando música o simplemente tirándome en el sofá con mi madre a ver la tele. Obviamente eso me iba a pasar factura hoy en clase. No había tocado, qué digo! ni había leído de que iba un largo trabajo de inglés que además era para el miercoles, no me había leído el texto para teoría de hoy y además no había hecho los deberes de alemán.
Además el invierno comenzaba a pasar factura y ya comenzaba a tener sintomas de ese pequeño resfriado que me duraba desde más o menos estas fechas hasta bien entrada la primavera, o incluso el verano.
Pero lo peor de todo es que ya hacía unas 3 semanas que no sabía nada de tí. Habían pasado ya 3 semanas desde nuestra última discusión y desde entonces ni siquiera habíamos hablado por teléfono. Ni un triste mensaje. No es que yo no lo hubiera intentado, pero tú no parecías querer saber nada de mí. Es verdad que han coincidido las vacaciones y supongo que has preferido dejar apartado el tema y estar con tu familia, pero aún así no logro entender cómo, sintiendo lo mismo que yo, puedes pasar apenas unas horas sin preguntarte qué será de mí, porque yo al menos no puedo...Llego tarde a clase, más vale apresurarme.

En clase de inglés nos han retrasado la entrega del trabajo, pero aún así mi ánimo no cambia. Me es imposible dejar de darle vueltas a nuestra última discusión. Quizá fuera demasiado cabezota, pero tú no te quedabas atrás. Siempre habíamos discutido por tonterías, pero esta vez fue distinto, me hiciste llorar de pura importencia...Es igual, ya lo único que quiero es volver a verte. Volver a ver tu sonrisa, que me abraces y olvidarlo todo...

Ya estoy en casa, más concretamente delante de un plato de judías... Mi madre está empeñada en que no como lo suficiente y que por eso estoy tan taciturna. Ella no sabe que mi alegría se fe contigo. Sigo haciendola creer que estoy contigo, que todo va bien para que no se preocupe. Pero fingir me cansa más todavía.

Aquí en la oscuridad estoy mejor, más agusto. Una vez en la cama no puedo evitar que las lágrimas que he guardado todo el día, salgan de golpe e inunden mi almohada. Te echo tanto de menos... Se acabó. Un último mensaje. Cojo el móvil y escribo: Te quiero. Te necesito esta noche, no soy capaz de soportalo más. Vuelve por favor. Vuelve a mi lado.

Nada. Han pasado 40 min y no tengo respuesta. Bueno pues...¿ya está? ¿se ha acabado? Todo lo que hemos pasado estos meses...¿no ha sido suficiente? ¿Ya no me quiere? ...

Estallé en lágrimas con sólo pensar que no volvería a apoyar mi cabeza contra su hombro escuchando la melodía de los latidos de su corazón, el calor de su mano rozando mi cara, su olor... No creí que pudiera continuar llorando en silencio, tenía que gritar de dolor, no podía guardarmelo más...




Una piedra golpeó la ventana. Me levanté y caminé despacio hacia las cortinas. Debía estar soñando porque ahí estabas tú. Perfecto con tu pícara sonrisa como cada noche que habíamos pasado juntos, como si hubiera sido ayer mismo cuando me pediste que nos fugaramos y dejaramos todo atrás, como si nunca te hubiera dicho que mi madre me necesitaba y que no podía irme aunque fuera lo que más deseaba en el mundo, como si esa discusión nunca hubiera tenido lugar. En tu sonrisa lo comprendí: ya no había nada que perdonar, lo comprendías y habías vuelto a mi lado.

Y como un susurro escuché tus palabras en mi oído: "Yo te quiero más, cabezota."

...