No sé ni por dónde empezar. Llevo días tan sólo queriendo un poco de tranquilidad, algo de paz tras una larga y dura tempestad. Una tempestad que me ha dejado hecha trizas. Ahora floto en la superficie sin ninguna gana de ponerme a remar en ninguna dirección, por no hablar de que no tengo rumbo definido al que dirigir mis pésimos esfuerzos. Y es que siento que ahora mismo en eso consiste mi vida, en decidir de una puñetera vez si debo seguir adelante, hacia el brillante sol, o darme la vuelta e intentar, una vez más, manejar la tempestad.
Sinceramente, no puedo con ello. Creo que me voy a hundir aquí mismo, como el Titanic, que está tan de moda, pero sin iceberg. ¡Que se salve quien pueda!
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1 comentario:
si no te apetece nadar, no tienes que hacerlo aún. Si no tienes dirección fijada, tus queridas amigas te ofrecen una isla en medio de esos dos puntos, te ofrecen un: dedicare a ti misma y quiérete tú más que nadie. Nadie va a dejar que te hundas.
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