No hace falta decir que duele, que sigue doliendo. No hace falta seguir fingiendo que todo va bien, porque estoy demasiado cansada de ser alguien que no soy. Cansada de empujarte a los brazos de cualquiera que pueda ocupar mi lugar y hacerte sentir lo que un día te hice sentir yo. Porque por suerte o por desgracia, sabes perfectamente quien soy. Conoces el por qué de lo que hago y digo. Sabes cuándo algo me hace daño, incluso aunque yo diga lo contrario. Se acabaron los juegos de tira y afloja; hemos agotado ya la arena y la cal. No más chantajes emocionales, no más discusiones. ¿Para qué seguir machacándonos mutuamente sobre algo que no va a cambiar? Conoces la situación y las razones. Esto es lo que soy, hasta aquí puedes tener de mí. ¿Es suficiente? Pues aquí me tienes, S.
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